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La Familia: Principal agente educador hasta los 4 años



Hoy los padres están sometidos a todo tipo de exigencias y lo normal es correr todo el día para alcanzar a cumplir con las múltiples tareas. Frente a esa realidad extenuante, ¿cómo podemos cumplir con nuestro rol insustituible de educar a nuestras niñas y niños más pequeños?

Por supuesto que es difícil, pero lo fundamental es entender en toda su magnitud y profundidad porqué es tan IMPORTANTE que en esta etapa se sientan acogidos, amados y acompañados en su proceso de aprendizaje y descubrimiento del mundo. Sólo a través del PLACER y el AFECTO se desarrollan armónicamente sus áreas: social, intelectual, afectiva, corporal y emocional.
El divertirse juntos debe ser una constante. Los padres deben aprovechar el juego espontáneo del niño para ingresar a su mundo y provocar un intercambio enriquecedor. Hay que entender que los espacios familiares son por excelencia formadores, es aquí donde se tejen los primeros lazos afectivos, las oportunidades de relación y comunicación, la adaptación social y psíquica, la interacción y los sistemas de creencias y valores. En estas primeras experiencias educativas con los adultos, los niños y niñas forjan su autoestima, su seguridad personal, su confianza en los demás, su tolerancia frente a lo diferente y su capacidad de asumir nuevos desafíos.

¿Qué hacer durante el primer año de vida?


Apego constante, caricias permanentes y lactancia materna por el mayor tiempo posible son claves para fortalecer el vínculo afectivo. Es importante hablarles en todo momento y recordar que la caricia nunca está de más, el cerebro de los niños necesita nuestra comunicación y su cuerpo aprovecha nuestro abrazo para su desarrollo.
Y recuerden que el padre no puede ni debe estar ausente, porque su activa presencia permite una crianza más amable y equitativa, además, de dar así un merecido descanso a la mamá.

¿Qué hacer después del primer año?

En esta etapa, el niño se convierte en un gran explorador de su mundo. ¡Tiene tanto por descubrir! Y nosotros los padres tenemos que lidiar con un delicado equilibrio entre darles espacio para desarrollar su incipiente independencia - buena y necesaria- y nuestro deseo de protegerlos del peligro. Es conveniente, estimular su autonomía asignándole tareas muy sencillas, según su desarrollo, como pedirle que traiga cosas; regar las matas del jardín; ordenar y guardar sus juguetes, etc.
Un buen dato para esta época es saber que para los bebés la fantasía es parte de su mundo y puedes hacer de la crianza un acto de magia. Por ejemplo, puedes atribuirle vida a objetos inanimados o hacerles funciones de títeres.




Consejos prácticos:


• Poner al bebé en el hombro, mecerlo, cantarle, alimentarlo, mirarlo detenidamente, besarlo.
• Permitamos a nuestro niño/niña explorar su mundo, pero cuidando de que su entorno sea seguro.
• Juguemos con nuestro niño, usando la magia, la fantasía, los cuentos, acertijos y canciones, como un modo de enseñar y divertir.
• Llevemos a nuestro niño a conocer el sitio de trabajo del padre y de la madre.
• Contestemos sus preguntas con palabras sencillas, con juegos y comparaciones.
• Permitamos que nuestro hijo/hija aprenda por ensayo y error, estimulándolo a hacerlo de nuevo cuando se equivoque.
• Una madre emocional y físicamente sana se sentirá atraída hacia su bebé, querrá olerlo, abrazarlo, mecerlo, arrullarlo y mirarlo detenidamente.
• Importa la calidad y la cantidad del tiempo juntos.
• La cercanía física y el abrazo, un contacto físico positivo (este tipo de actividades causan respuestas neuroquímicas específicas en el cerebro que llevan a la organización normal de los sistemas cerebrales responsables del apego)

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